Noticias (Reseteando la realidad)
Hilton Valentine, guitarra solista de los británicos The Animals,
ha muerto a los 77 años, en Connecticut (Estados Unidos). Quizás no sea
un nombre célebre, pero el arpegio con que se abría su versión de The House of the Rising Sun (1964) fue la primera lección para millones de aspirantes a guitarristas en todo el mundo.
Nacido en 1943 en North Shields, pueblo pesquero en los alrededores de
Newcastle, se forjó musicalmente –como sus coetáneos de los Beatles-
haciendo skiffle, un folk primitivo que funcionaba como escalera para acercarse a los misterios del rock & roll.
Al frente de The Wildcats, destacaba por su entrega escénica. Y llamó
la atención de Chas Chandler, el hombre que luego descubriría a Jimi
Hendrix, que le propuso incorporarse a la banda en la que tocaba, el
Alan Price Combo.
Newcastle, ciudad obrera, tenía mucha música en directo. Aunque el combo
interpretaba un jazz centrado en los teclados de Price, pronto
evolucionó hacia el rhythm and blues que fascinaba a los más jóvenes. Con la entrada del cantante Eric Burdon, conocido en el ambiente como El animal,
el grupo se rebautizó como The Animals. Su potencia impresionó al
público londinense a finales de 1963, cuando actuaron en el Crawdaddy,
local donde habían despegado los Rolling Stones. Eso les facilitó un
contrato de grabación con Mickie Most, cantante pop reconvertido en
productor independiente.
Most acentuó el dramatismo de sus nuevos protegidos. Y se arriesgó a
grabar un tema que rompía los esquemas del momento, por duración, ritmo
lúgubre y temática escabrosa. The House of the Rising Sun era una
balada ancestral, un lamento por las chicas jóvenes que se dedicaban a
la prostitución en Nueva Orleans. El desgarro de Burdon destacaba en una
interpretación sobria, fruto de un trabajo colectivo. Sin embargo,
cuando llegó la hora de rellenar el formulario de autoría, se apuntó el
nombre del organista como único responsable del arreglo. Cuando sus
compañeros descubrieron la jugada, Price abandonó los Animals para
iniciar carrera como vocalista; siempre se negó a rectificar aquella
atribución, que le ha proporcionado millones de libras a lo largo de más
de medio siglo.
Cierto que nadie imaginó que aquello se convertiría en un clásico, aparte del pistoletazo de salida para el fenómeno del folk-rock. Un acierto que no pasó desapercibido para Bob Dylan, que un par de años antes había registrado La Casa del Sol Naciente
en versión desenchufada y que planeaba recurrir a los instrumentos
eléctricos. Los Animals no eran muy conscientes de lo que habían
montado: el régimen de trabajo les obligaba a girar constantemente;
incluso actuaron en España, donde se convirtieron en referencia para
Lone Star y otros conjuntos que querían sonar negros.
Al no tener grandes compositores en sus filas, los Animals se
especializaron en lecturas dinámicas de temas de figuras legendarias
como John Lee Hooker (Boom boom) o Nina Simone (Don’t let me be misunderstood).
Una genialidad de Mickie Most fue indagar en el repertorio del Brill
Building neoyorquino, compositores profesionales que, a mediados de los
sesenta, estaban elaborando canciones más adultas. Así surgieron
barbaridades como Don’t bring me down, de Carole King y Gerry Goffin, o We’ve gotta get out of this place,
de Barry Mann y Cynthia Weill. El contundente mensaje de esta última
–”tenemos que salir de este lugar”- resonaría particularmente entre los
reclutas estadounidenses enviados a Vietnam.
Lo que acabó con el grupo fue el descubrimiento del LSD. Burdon se
reconvertiría en predicador del hippismo, con diferentes Animals.
Valentíne entró en una etapa de recogimiento religioso, de la que
saldría en 1969, para grabar un disco psicodélico, All in your head.
En las décadas posteriores, trabajaría en el circuito de la nostalgia,
tanto en solitario como en las reuniones de The Animals. (Fuente: El País).
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