Música y Cine (La cara oculta)
A Tony Visconti se
le cayó el alma a los pies cuando empezó a escuchar las cintas. Había
aceptado producir un disco en directo de sus amados Thin Lizzy. Las cintas estaban a diferentes velocidades y
algunas incorporaban el sistema Dolby, pero otras no. Un desastre.
Finalmente, consiguió seleccionar algunas canciones. Entonces llegó Phil Lynott, líder de la banda y dijo que aquello no le convencía. Fue cuando se urdió una trampa para sacar adelante Live and Dangerous (1978), considerado por publicaciones como Classic Rock el mejor álbum en directo de todos los tiempos, un trabajo que se reedita estos días en una lujosa caja de ocho compactos con mucho material adicional.
Thin Lizzy llevaba ya tres buenos trabajos en estudio cuando se planteó
el directo: se les pusieron los dientes largos cuando comprobaron el
éxito de Peter Frampton con Frampton Comes Alive! (1976). Creían
que ellos también podrían lograrlo. El alma de los Lizzy era Phil
Lynott, cantante, bajista y compositor, nacido en Inglaterra de madre
irlandesa y padre nacido en la Guayana británica. Su progenitor los
abandonó cuando él tenía unos meses y un Lynott con siete años se fue a
vivir a Dublín con su abuela. De piel mulata y pelambrera afro, fue un
niño aturdido por una permanente sensación de ausencia. El escritor y
periodista Tito Lesende, autorlo
describe así: “Leía a Albert Camus, se peleaba con asiduidad, escuchaba
a Frank Sinatra y rezaba en la iglesia con su familia”. Sus canciones hablaban de pandilleros, héroes irlandeses y de tipos
duros magullados por el desamor.
Para ensamblar Live and Dangerous,
Visconti recibió cintas de conciertos de Londres en 1976 (en el mítico
local Hammersmith Odeon) y de Filadelfia en 1977. Cuando lo tenía listo
después de una labor que el productor definió como “de pesadilla” por la
falta de calidad de la grabación, llegó Phil Lynott. “Corregimos un par
de notas de bajo en el estudio y entonces Phil dijo: ‘Queda muy bien,
¿qué te parece si vuelvo a tocar todo el bajo del disco?”, cuenta
Visconti en sus memorias.
Luego quiso lo mismo para la voz y para algunas guitarras. A lo largo de
los años, el productor ha puesto la siguiente horquilla: entre el 50 y
75% de Live and Dangerous se regrabó. Los guitarristas de álbum,
los virtuosos Brian Robertson y Scott Gorham, afirman que Visconti
exagera, pero no niegan los abundantes retoques. Un corta y pega que,
por otra parte, se realizaba en muchos directos, aunque el caso de Thin
Lizzy resulta llamativo por el alto porcentaje de maquillaje y por ser
un disco tan legendario.
El periodista y escritor inglés Michael Hann, colaborador de The Guardian o Rolling Stone y autor del libro sobre la historia del heavy metal británico Denim and Leather, escribió: “Para algunos, Live and Dangerous
está desacreditado por la sospecha de que gran parte del álbum se
regrabó en el estudio. Pero ¿realmente importa eso? Suena como si
asistieras a un espectáculo de rock emocionante, ruge desde los
altavoces hacia tus oídos de una manera que te hace sentir como si
estuvieses en las butacas del Hammersmith Odeon”. Lesende añade: “De las
grabaciones originales escuchamos con seguridad la batería y el sonido
del público. El resto ya no se puede asegurar. Quizá haya sido rehecho
con injertos de estudio. Está claro que está amañado, pero ¿qué más da? A
otros les habría quedado un disco meme, pero está tan bien producido
que refleja mejor un concierto de Thin Lizzy que las grabaciones
originales”.
La clave para conseguir ese sonido tan de directo se debió a que
Visconti instaló el equipo de escenario en el estudio. Incluso puso en
el bajo de Lynott un transmisor de radio para que pudiera moverse en el
estudio como lo hacía en un concierto. Además, el cantante le dijo al
productor que quería sentir los decibelios retumbando bajos sus pies,
como en una actuación. Luego, se realzaron los gritos del público
grabados en los conciertos. Así se consiguió imitar el avasallador
sonido del directo.
La colección de canciones es soberbia: las rudas Jailbreak o Massacre; la balada Still In Love With You; la maravillosa Cowboy Song; el clásico The Boys Are Back In Town; o el irresistiblemente rock trotón Don’t Believe A Word.
Las guitarras de Robertson y Gorham van trenzando solos, estilo que
influiría tanto a Iron Maiden; la pasional y profunda voz de Lynott
funciona más como un narrador que como un cantante, y su bajo se
inmiscuye en terrenos del funk dotando a las canciones de un ritmo
especial. Unas características que diferenciaron a los irlandeses del
resto de las bandas de su generación.
Otro de los interrogantes de esta historia es por qué Thin Lizzy no
trascendieron más. Musiesa ofrece una clave: “Surgen a medio camino
entre los grandes monstruos del rock duro de comienzos de los setenta Black Sabbath, Deep Purple, Led Zeppelin — y entre la nueva ola del heavy
británico de finales de los setenta —Iron Maiden, Saxon...—. Es decir,
alcanzan su máxima popularidad en un momento, mediados de los setenta,
en el que el género vivía un periodo de transición y en el que no pasó
por sus momentos de mayor popularidad”.
El mismo año (1978) de la edición de Live and Dangerous las
fricciones entre Lynott y el guitarrista, Brian Robertson, provocaron la
marcha de este último. En 1983 el grupo se separó. Tres años después,
el 25 de diciembre de 1985, Lynott ingresó en un hospital después de un
atracón de heroína y alcohol. Murió el 4 de enero de 1986. Tenía 36
años. (Fuente: El País).
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