viernes, 6 de marzo de 2020

Libros (El papel principal) 

La publicación de "Los mejores 100 discos de rock en directo" de Tito Lesende reaviva el debate sobre las grabaciones en vivo. La gestación de uno de mejores discos en directo de la historia del rock fue un desastre. Hablamos del álbum de los Who, Live at Leeds. La banda se había concentrado para registrar el
recital del 15 de febrero de 1970 en la localidad inglesa de Hull. El guitarrista y lider Pete Townshend había decidido no beber en esa jornada, para evitar fallos. Y eso era un gran sacrificio. El concierto resultó magnífico. Solo hubo un problema, grave: cuando escucharon la grabación el bajo de John Entwistle no se oía. A la basura las cintas. Qué hacer. Escuchar el concierto anterior, el del 14 de febrero en Leeds, que el cuarteto inglés se lo había tomado como un ensayo para Hull, para ver si de chiripa tenía el suficiente nivel. En este Townshend sí había bebido. Lo escucharon y sonaba potente. Pero la grabación estaba repleta de incómodos clics. Consiguieron salvar solo seis temas, tres de ellos incluso son versiones. No tenían mucho que perder, así que lo editaron. El resultado es una de las demostraciones más apabullantes de la historia del rock, 36 minutos de visceralidad y decibelios. 
Resulta llamativo el caso de Alive!, de Kiss, de 1975. Estamos ante uno de los grandes timos de la historia del rock. El concierto fue calamitoso. Los músicos, más pendientes de esquivar fuegos y efectos de escenario, apenas atinaban las notas. Cuando lo escucharon se deprimieron. Qué se decidió: regrabarlo en el estudio. A pesar del engaño, Alive! aparece en la mayoría de las listas entre las mejores grabaciones en vivo.
Pero los discos en directo forman un género retro sobre el que resulta edificante zambullirse. Regularmente se publican listas con los mejores. Lo hacen las publicaciones especializadas y los periodistas eruditos. El último en llegar es un libro titulado, sin rodeos, "Los mejores 100 discos de rock en directo" (Editorial Efe Eme)  elaborado por el periodista y escritor Tito Lesende (A Coruña, 48 años). El autor enumera las cualidades que deben tener estas obras: “Una relevancia para la carrera de un artista, como es el caso de At Folson Prison (1968), de Johnny Cash; que aporte a las canciones conocidas una lectura extra, más profunda o más desarrollada que en su versión de estudio, como Live at Fillmore East (1971), de Allman Brothers; que sea un ataque de visceralidad, como Metallic KO (1976), de Iggy Pop and the Stooges; o que sea honesto, como Made in Japan (1972), de Deep Purple, que lo que suena es exactamente lo que estaba sucediendo en el escenario, sin añadidos ni eliminaciones”. (Fuente: El País).

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