Amor (Amour), de Michael Haneke, es un drama silencioso. Una
definición tan real que da miedo, da miedo ver tanta realidad y aterra
saber que lo que se ve en la pantalla es real; será real. Muy real. Es imposible no
transformar las caras de Jean-Louis Trintignant y Emmanuelle Riva (Georges y
Anne) en los ojos de una abuela moribunda, de un padre enfermo o de un amigo que
no consiguió vencer a las horas. Estamos ante una película sin artificios, sin
escurrir. Carne cruda.
Hacía tiempo que un film no destrozaba tanto por dentro. Tiene facilidad
para revolver las entrañas y para recuperar de su álbum de fotos particular el
blanco y negro de otros tiempos. ‘Amor’ es la muestra más cercana del amor. El
amor entendido como pasión vivida y sufrimiento diario. El amor como la carga
sobrehumana que nos empuja a hacer cualquier cosa –cualquiera– por la persona
que nos da un «te quiero».
La película nos
cuenta la historia de Georges y Anne, con ochenta años cumplidos, son
dos profesores de música clásica jubilados que viven en París. Su hija
también se dedica a la música y vive en Londres con su marido británico.
Un día, Anne sufre un infarto. Al volver del hospital, un lado de su
cuerpo está paralizado. El amor que ha unido a la pareja durante tantos
años se verá puesto a prueba.
Esta cinta del
año 2012 fué galardonada con el Oscar a la mejor película de habla no
inglesa, la palma de oro del festival de Cannes, 5 premios César, Globo
de Oro, Premios del Cine Europeo y otras distinciones.
Paralizante y
extraordinariamente emotiva, quizás la película mas honesta sobre la
vejez que se haya hecho nunca, un drama que convertirá en cascotes todo
tu edificio personal.
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