LA BIBLIA DE NEIL YOUNG. El canadiense permite, hasta la llegada del verano, escuchar gratis sus 54 años de música. En los últimos tiempos, Neil Young ha sido el blanco de muchos
humoristas estadounidenses. Como el más visible de los hippies
supervivientes, está muy a tiro. Además, el tío Neil tiende a
protagonizar desastres pintorescos. Desde ser demandado por Geffen
Records, su propia discográfica (por publicar “discos atípicos”), al
aparatoso incendio de su LincVolt, un prototipo de vehículo híbrido
—electricidad más biocombustible— con el que pretendía compatibilizar su
compromiso ecologista con su amor por aquellos inmensos coches de los
años cincuenta.
Su otra obsesión es la fidelidad del sonido. Puso en marcha Pono,
servicio digital de venta de música “con la misma calidad que en los
estudios de grabación”. Contaba con un reproductor vistoso, conocido
como “el Toblerone” por su forma triangular. La empresa se paró hace un
año. Hay dos explicaciones: una, que nadie hizo las cuentas antes de
lanzarse a la piscina y dos que Neil majestuosamente ignoró el
desplazamiento del consumo musical hacia el streaming.
Dicen que se aprende de todas las catástrofes, incluso siendo tan cabezota como Neil. Desde el 1 de diciembre, funcionan los Neil Young Archives, una web con streaming
que —me quito el sombrero— es posiblemente la fonoteca más exhaustiva
de cualquier superestrella. Teóricamente, allí está todo lo que ha
publicado, desde su estreno instrumental con The Squires (1963) al reciente The visitor (2017), más temas inéditos. Cerca de 1.000 canciones, y creciendo paulatinamente.
Atención: cada canción está acompañada por una ficha con los créditos
(músicos, estudio, fecha, productor, sello) más fotos, documentos, el
acceso a la letra y, ocasionalmente, a un vídeo que puede contener un
directo, un spot radiofónico o un fragmento de una entrevista. Todo con la máxima calidad que permita el ancho de banda de cada visitante.
Y ahora llegan las idiosincrasias marca de la casa: ese trabajo hercúleo está ordenado, primero, como si fuera un chirriante archivador, con sus carpetas; segundo, con una cronología interactiva, que añade información sobre giras, libros, películas. Conviene saber que se ha optado por una estética viejuna (vaya usted a saber si buscaba un diseño steampunk) y que el funcionamiento es más caprichoso que intuitivo. Oiga, estamos hablando de Neil Young: no podría optar por algo convencional. Después de varias semanas usándolo, todavía descubres sorpresas.
Y ahora llegan las idiosincrasias marca de la casa: ese trabajo hercúleo está ordenado, primero, como si fuera un chirriante archivador, con sus carpetas; segundo, con una cronología interactiva, que añade información sobre giras, libros, películas. Conviene saber que se ha optado por una estética viejuna (vaya usted a saber si buscaba un diseño steampunk) y que el funcionamiento es más caprichoso que intuitivo. Oiga, estamos hablando de Neil Young: no podría optar por algo convencional. Después de varias semanas usándolo, todavía descubres sorpresas.
Advierto que no todo se puede paladear. Los inflexibles contratos de la
industria no respetan la voluntad completista del artista. Por ejemplo,
aunque están catalogados aquí, no se permite escuchar los discos de Neil
ahora bajo el paraguas de Universal Music: ni el single grabado para Motown, con los Mynah Birds, ni los desdichados álbumes para Geffen Records.
Aquí está el reto que Neil Young plantea a todos sus ilustres colegas:
juntar, ordenar, optimizar toda su música, si sientes un verdadero
compromiso con tu arte, sin confiar en que lo hagan (mal) Spotify o
iTunes. Y la pregunta del millón: ¿cómo rentabilizar semejante labor?
Está la opción de comprar discos, ropa, carteles a través de Amazon o de
la tienda del artista, aparte la posibilidad de descargar archivos en
alta resolución. Y la suscripción: los Neil Young Archives son gratuitos
(¡aprovechen!) hasta el 30 de junio de 2018. Luego, habrá que pagar. (Fuente: EL PAÍS).
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