Studio 54: 30 años de la última noche de excesos. El pasado 16 de mayo se cumplieron 30 años del cierre de la que ha sido la sala de fiestas mas icónica de todos los tiempos. Un local que guarda tantos secretos como veladas de excesos.
Tú, sí; tú, no; tú, sí; tú, no… Cada noche, los porteros de Studio 54 repetían como un mantra esas palabras que podían aupar al cielo o hundir en la miseria a quienes deseaban traspasar las puertas de la legendaria discoteca. Tras ellas, les aguardaba un universo glitter habitado por gente guapa, regido por la libertad sexual y las drogas, a ritmo de la mejor música dance.
Situada en un antiguo teatro y plató de televisión de la calle 54, en
Manhattan, sus primeros dueños –Steven Rubell y Ian Schrager– la
convirtieron en una moderna Sodoma y Gomorra donde más de uno se tenía
que tomar un tranquilizante para resistir los estímulos (no siempre
legales) que allí se descubrían. Cómo no sentir taquicardia al
contemplar a la bellísima Bianca Jagger entrando en su fiesta de
cumpleaños a lomos de un caballo blanco; recorrer el local
transformado en un circo –con sirenas trapecistas incluidas– para
homenajear a Valentino; bailar al lado del mismísimo Michael Jackson
antes de que tuviera fobia social, o ver huyendo a Dolly Parton,
escalera de incendios abajo, por culpa de una redada policial.
El 26 de abril de 1977 se inauguraba el templo clubber por excelencia, y lo hacía a lo grande. La cena previa al evento de apertura contó con dos padrinos de excepción, Andy Warhol y Calvin Klein, mientras que a la fiesta posterior fueron invitadas cinco mil personas high level, entre las que se encontraban Diana Ross, Mick Jagger y su esposa Bianca, Liza Minelli, Donald e Ivana Trump, Debbie Harry (Blondie), Salvador Dalí, Halston y Brook Shields.
El 26 de abril de 1977 se inauguraba el templo clubber por excelencia, y lo hacía a lo grande. La cena previa al evento de apertura contó con dos padrinos de excepción, Andy Warhol y Calvin Klein, mientras que a la fiesta posterior fueron invitadas cinco mil personas high level, entre las que se encontraban Diana Ross, Mick Jagger y su esposa Bianca, Liza Minelli, Donald e Ivana Trump, Debbie Harry (Blondie), Salvador Dalí, Halston y Brook Shields.
Sí, muchos fueron los llamados, pero no todos los que querían vivir
aquel momento histórico lograron franquear las puertas del local, ya que
aquella noche a algunas Very Important People les impidieron la entrada. ¿Nombres? Warren Beatty, Cher, Woody Allen o Frank Sinatra.
No se sabe si se quedaron fuera porque alguien olvidó incluirlos en la
lista de invitados o porque no gustaban a sus anfitriones…
De aquí en adelante, el club neoyorquino fue el lugar favorito para que lo pasara pipa la beautiful people: Ryan O’Neal, Jack Nicholson y Anjelica Houston, Richard Gere, Yves Saint Laurent, Farrah Fawcett, Paloma Picasso, Lauren Hutton, Marisa Berenson, Helmut Berger, Jacqueline Bisset… y la autodenominada “patrulla del amanecer” –formada por Robin Williams, Christopher Reeve (Supermán) y Dodi Al Fayed– que, cuando el local cerraba, se montaba en una limusina preparada para seguir divirtiéndose al alba.
De aquí en adelante, el club neoyorquino fue el lugar favorito para que lo pasara pipa la beautiful people: Ryan O’Neal, Jack Nicholson y Anjelica Houston, Richard Gere, Yves Saint Laurent, Farrah Fawcett, Paloma Picasso, Lauren Hutton, Marisa Berenson, Helmut Berger, Jacqueline Bisset… y la autodenominada “patrulla del amanecer” –formada por Robin Williams, Christopher Reeve (Supermán) y Dodi Al Fayed– que, cuando el local cerraba, se montaba en una limusina preparada para seguir divirtiéndose al alba.
Parte del éxito de Studio 54 fué, precisamente, su tan exclusivo derecho
de admisión. Los porteros que Rubell y Schrager colocaban a la entrada
de su club eran celosísimos cancerberos que no pasaban ni una. La consigna era mezclar glamourosas celebrities del mundo del diseño y la moda, el espectáculo o el arte, con auténticos desconocidos jóvenes (y bellos) con quienes los VIPs desearan establecer conversación u otro tipo de contacto más personal…
Dicho de un modo más directo: carne fresca para celebs con ganas de diversión, sin incómodos paparazzi que les amargaran el rato. Sí, el sexo reinaba en la pista del Studio 54; pero,
sobre todo, en sus servicios y sus palcos. Dicen que un jovencísimo
Alec Baldwin –por entonces, camarero para pagarse sus clases de
interpretación, tuvo que despedirse al no poder “mantenerse al margen” en los momentos hot de los clientes que él presenciaba mientra les servía copas.
La libertad sexual era santo y seña de la casa, así como el consumo de drogas. Como si de una declaración de intenciones se tratara, presidía la pista de baile el famoso Man in the Moon:
una luna con rostro de hombre esnifando cocaína. El Studio 54 era el
paraíso de las sustancias prohibidas, y todo Nueva York (incluida la
policía) lo sabía. De hecho, cuando los dueños fueron detenidos a
finales de 1979 por evasión de impuestos, durante el registro del local,
cuando las autoridades pidieron los libros de cuentas, en los archivadores encontraron paquetes de cocaína en lugar de cuadernos…
Los excesos forjaron la leyenda del Studio 54. En especial, los que se
consumaban en su sala VIP –situada en el sótano y de acceso ultra
restringido– o en la famosa Rubber Room –en la tercera planta
y, según testigos de la época, un espacio que habría hecho las delicias
de cualquier bacanal romana–. Y la cosa tampoco decayó cuando, en 1981,
se hizo cargo de la discoteca Mark Fleischman. A lo largo de su
historia, el viejo lema “Sexo, drogas y rock & roll”
se transformó ligeramente para encumbrar a la música disco. Y así, en
el Studio 54 reinaron las canciones de Donna Summer, Amanda Lear,
Village People, Michael Zager Band o Grace Jones (que, por cierto,
estrenó allí su versión de La vie en rose).
Pero todo llega a su fin; también la discoteca más cool del planeta que, tal como la conocimos, cerró sus puertas en marzo de 1986. Treinta años después, su leyenda y brillo –en el mas estricto sentido del término– siguen recordándose. Aunque haya celebrities que
vivieron sus salvajes fiestas y que, ahora, reniegan de ellas. Como una
de sus grandes protagonistas que, al ser preguntada por aquellos años,
respondió al periodista horrorizada: “Moriría antes de hablar del Studio
54. Me gustaría que nunca hubiera existido”.
¡Hay que ver, con lo que muchos habríamos dado por bailar Y.M.C.A. de Village People bajo su bola discotequera…!
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