Nada menos que ocho años de trabajo le ha llevado a la realizadora Amy Berg finalizar el documental Janis, presentado este domingo fuera de competición en Venecia, en el que se ha dejado guiar por la voz de Janis Joplin para reflejar los sentimientos de la cantante.
El pasado 4 de octubre se cumplieron 45 años del
fallecimiento de una mujer que hizo ver que todo le daba igual y que
vivía libremente a su manera, pero que en el documental es mostrada como
un ser de una gran fragilidad, extremadamente acomplejada por su
aspecto y continuamente en busca del amor.
Pero «Janis fué capaz de transformar su dolor en
creatividad, lo que hace que aún hoy las imágenes de uno de sus
conciertos sigan emocionando», explicó en rueda de prensa la realizadora
del documental, Amy Berg.
«Es sorprendente -agregó- pensar en lo que Janis
sufrió pese a la fama y el reconocimiento obtenido en los últimos años»,
pensar en todo el dolor que soportó «durante su corta vida».
El documental, que empieza y acaba con actuaciones de
Janis Joplin, comienza con una carta escrita a su familia al poco de
cumplir 27 años -nació el 19 de enero de 1943-, en 1970, el año en el
que fallecería.
Habla del éxito y de la ambición, pero entre líneas
es fácil descubrir la búsqueda del reconocimiento por parte de unos
padres que la dejaron vivir su vida pero que no la apoyaron en su
decisión de dedicarse a la música.
El
documental, que demuestra un enorme paralelismo en la vida y muerte de
Janis Joplin y Amy Winehouse, cuenta con los testimonios de amigos,
compañeros musicales y de sus hermanos menores, Laura y Michael.
Estos recuerdan cómo Janis fue una adolescente
acomplejada por su aspecto, lo que la llevó a desarrollar un lado
salvaje como coraza.
Un compañero de universidad de Austin (Texas) narra
una de las anécdotas más crueles de su juventud. Alguien la inscribió al
concurso de «el hombre más feo del campus» y lo ganó. Una humillación
que «la devastó».
Después de ese paso por la universidad se marchó a
San Francisco en 1963, donde comenzó a cantar blues. «Pero estaba en
constante conflicto con ella misma. Siempre se sentía infeliz», según
una de sus amigas y compañera de piso, Jae Whitaker.
El documental narra linealmente la vida de Joplin, algunas de sus relaciones -con hombres y mujeres-, su inicio con los Big Brother and the Holding Company y el éxito por su especial y salvaje forma de cantar y, sobre todo, de actuar sobre un escenario.
«La película quiere celebrar también el espíritu
exuberante de Janis, su sed de vida», agregó Berg. Su voz ronca, grabada
en múltiples entrevistas, se mezcla con imágenes rodadas por amigos,
vídeos de sus actuaciones y múltiples testimonios.
Tras abandonar a los Big Brother -el éxito y
protagonismo de Janis generó muchos problemas internos-, su vida se
descontroló y empezó a consumir ingentes cantidades de heroína.
En más de una ocasión amigos como Peggy Caserta la
tuvieron que, literalmente, subir a un escenario -fué el caso de su
actuación en Woodstock-, para una vez allí superar cualquier situación y
transformarse en un animal escénico. Vivia por la música y era lo único que la apartaba de su camino de autodestrucción.
Caserta fué una persona muy importante en la vida de
la cantante cuando tenía entre 25 y 27 años, pero no quiso participar en
el documental. Peggy fué su amiga y amante porque la cantante no se
definía de una manera clásica, amaba a los hombres, a las mujeres, al
amor.
Tuvo
un intento de dejar la heroína tras conocer a su último novio, David,
en Río de Janeiro, pero recayó cuando estaba a punto de sacar un nuevo
disco, Me and Bobby McGee, titulada como la canción de Kris Kristoferson que se convirtió en su gran éxito.
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