Durante los años 70 en Estados Unidos, el terror se presentaba ante las mujeres sentado al volante de un Volkswagen escarabajo. Este automóvil era el vehículo habitual de Ted Bundy, el temido y peligroso asesino en serie. Bajo una apariencia atractiva y con buenos modales se escondía un auténtico monstruo. Bundy solía mostrarse como un hombre encantador y atento, pero cuando una ilusa víctima subía a su coche, ya no había escapatoria. El asesino en serie se mostraba indefenso y salía a la caza de nuevas presas con un brazo escayolado y en cabestrillo o con un par de muletas. Bundy se paseaba por el campus universitario, dejaba caer libros al suelo, solicitaba ayuda a las incautas féminas y se aprovechaba de las buenas intenciones de estas jóvenes que estaban dispuestas a echarle una mano recogiendo los objetos y acompañándole hasta su coche.
El secuestro, la desmembración y la necrofilia eran prácticas habituales para Bundy. Aunque se confirmaron dieciséis víctimas, el asesino en serie confesó más de una treintena de muertes. No obstante, se sospecha que el número real pudo llegar al centenar. Después de ser arrestado y escapar, finalmente se le detuvo de nuevo en 1978 y en 1980 se le condenó a muerte. Aunque sería en 1989 cuando Ted Bundy pagó definitivamente por sus crímenes bajo los plomos de la silla eléctrica.
Cuando Debbie Harry conoció la noticia de la ejecución del asesino en serie, recordó un traumático episodio que sufrió antes de formar parte de Blondie. A principios de los años 70, la cantante se encontraba en el Village en Nueva York. Aunque ya era bastante tarde, Harry todavía tenía fuerza suficiente para visitar un club abierto hasta el amanecer, así que se dispuso a esperar un taxi que la acercara. Sin embargo, en lugar de un taxi, fue un coche pequeño y blanco el que se paró delante de la antigua conejita de “Playboy” y le preguntó a dónde iba. Como el local no estaba muy lejos, se ofreció a llevarla allí.
Así que Debbie Harry montó en el automóvil de aquel amable desconocido sin saber que se llevaría un susto de muerte: “Me subí al coche, y era verano pero las ventanas estaban subidas casi del todo excepto por cinco centímetros en la parte superior. Estaba allí sentada y no me hablaba. Automáticamente, intenté acercarme para bajar la ventanilla y me di cuenta de que no había manilla en la puerta ni manivela para la ventana ni nada. El interior del coche estaba totalmente vacío”, declaró la cantante. Algo olía mal. Ante esta situación tan escalofriante y sospechosa, Harry, en lugar de caer presa por el pánico, se dejó llevar por su instinto de supervivencia: “Me puse muy nerviosa. Saqué el brazo por la pequeña abertura, lo estiré y abrí el coche desde fuera. En cuanto vio eso, intentó girar la esquina muy rápido y yo me tiré del coche y aterricé en medio de la calle”.
De buena se había librado. La cantante guardó este recuerdo en la parte más oculta de su memoria, pero cuando se enteró de la muerte de Ted Bundy en la silla eléctrica recuperó este tormentoso recuerdo y llegó a la conclusión de que ella misma pudo haber sido una de sus víctimas: “Leí algo sobre él justo después de su ejecución. No había pensado sobre ese incidente en años. La descripción de cómo operaba, de su aspecto, del tipo de coche que conducía y del periodo de tiempo en que estaba haciéndolo en esa zona del país
encajaban a la perfección. Dije ‘Dios mío, era él’”. La vocalista de Blondie, que calificó su experiencia cercana a la muerte como “espeluznante”, relató esta historia en un periódico en 1989 y reconoció que, aunque lo pasó muy mal, se sintió aliviada: “Soy una de las que tuvieron suerte”.
Para conmemorar este escalofriante relato, Robert Williams, el ilustrador de la portada original y censurada del álbum “Appetite for Destruction” de Guns N’ Roses, inmortalizó esta escena con un cuadro titulado “Debbie Harry’s Fears”, una pieza que la cantante compró para su apartamento de Nueva York.
encajaban a la perfección. Dije ‘Dios mío, era él’”. La vocalista de Blondie, que calificó su experiencia cercana a la muerte como “espeluznante”, relató esta historia en un periódico en 1989 y reconoció que, aunque lo pasó muy mal, se sintió aliviada: “Soy una de las que tuvieron suerte”.
Para conmemorar este escalofriante relato, Robert Williams, el ilustrador de la portada original y censurada del álbum “Appetite for Destruction” de Guns N’ Roses, inmortalizó esta escena con un cuadro titulado “Debbie Harry’s Fears”, una pieza que la cantante compró para su apartamento de Nueva York.
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