Las locuras de Keith Moon, el excéntrico batería de The Who. Fue hace justo 50 años, en febrero de 1964, cuando The Detours cambiaron su nombre por The Who al descubrir que ya existía una banda llamada así y, a pesar de que su manager los renombró The High Numbers por un corto periodo de tiempo, el grupo londinense pronto volvió a ser The Who, quedando compuesto por Roger Daltrey (voz), Pete Townshend (guitarra, teclados y voz), John Entwistle (bajo y voz) y Keith Moon (batería y voz), la formación original hasta el fallecimiento de este último en el 78.
Su primer escándalo tardaría muy poco en llegar. Fué en el mes de
septiembre de ese mismo año cuando Pete, preso de la furia por haber
roto la guitarra en mitad de una actuación, acabó de destrozarla
golpeándola sobre el escenario ante las miradas atónitas de los
presentes aquella noche en el Railway Hotel de Harrow. La semana
siguiente Keith Moon repitió la jugada machacando la batería al final
del concierto y desde entonces, el casual acto de rebeldía de Townshend
se convirtió en algo habitual en los directos de The Who; todos excepto
Entwistle disfrutaban destrozando los instrumentos tras cada bolo y el
gesto acabó por convertirse en el sello de identidad que reafirmaba la
excentricidad y la locura que los caracterizaría para siempre.
Sin duda fué Moonie el más extravagante de todos. Su maníaco estilo a la percusión, el humor negro que gastaba y una personalidad autodestructiva le hicieron ganarse el apodo de Moon the Loon (el chiflado) al que para muchos fue uno de los mejores bateristas de todos los tiempos. Before I Get Old: The Story of the Who, la biografía de la banda que escribió Dave Marsh
narra como Moon se gastaba cada céntimo en anfetaminas y alcohol,
preferiblemente brandy o champán, que lo bebía hasta en el desayuno.
Cuentan que invitaba a la policía a whiskey en su casa y utilizaba las
fotos de la juerga para sobornarlos; también que poseía un pony, un
helicóptero y muchos coches en su jardín, uno de ellos pintado de morado
por él mismo. La afición por los automóviles la compartía con John, el
bajista, quien presumía de una majestuosa colección a pesar de que
carecía de carnet de conducir.
Otra de las anécdotas del lunático de Moon fue el solo que se marcó
en un plató de televisión con la caja de la batería llena de agua y
peces nadando dentro. Después del show, una chica del público le
preguntó qué pasaría con los peces y él contestó que incluso al mejor
baterista podía entrarle hambre.
Aunque no siempre era capaz de acabar los conciertos en condiciones. Su costumbre de salir a tocar colocado hizo que en más de una ocasión el músico se desmayara sobre la batería en mitad del directo, obligando a Roger, Pete y John a parar para reanimarle antes de poder proseguir con el directo. Incluso una vez, viendo que Keith Moon no recuperaba la consciencia, al resto de la banda no les quedó otra que improvisar y sustituirlo por alguien del público.
Pero las mejores batallas las libraba lejos de los escenarios. Solía salir de juerga con Ringo Starr y Harry Nilsson, y disfrutaba disfrazándose de Papa o de alguna estrella de Hollywood. En el documental de 2007 sobre la banda, Amazing Journey: The Story of The Who, otros miembros de la banda hablan sobre su predilección por ponerse en el papel de otros y sus deseos manifiestos de llegar a ser actor algún día. Una vez compró un par de piernas ortopédicas y las sacó por la ventanilla del taxi simulando una violación.
Con 19 años descubrió la que sería su mayor diversión -y la que más encontronazos le supondría con la policía-, poner explosivos en los cuartos de baño. Tal y como cuenta T. Fletcher en Dear Boy: The Life of Keith Moon (1998), no había baño de hotel o camerino que se le resistiera, generalmente ayudado por Entwistle, con quien compartía habitación en las giras. Keith disfrutaba viendo volar la porcelana por los aires y lo ponía en práctica con bastante frecuencia. El libro relata cómo el manager de un hotel le llamó la atención una vez por escuchar la música a demasiado volumen haciendo “mucho ruido” en la habitación, el músico le pidió que lo disculpara unos instantes para ir al servicio y colocó algo de dinamita en el inodoro. Regresó junto al encargado y esperó el estallido. Entonces le espetó: “Eso es ruido”.
Las explosiones no solo se producían en el excusado. El joven percusionista sorprendió a todo el mundo detonando salvajemente su propia batería después de tocar My Generation en un plató televisivo con la mala suerte de que Pete resultó perjudicado con una sordera que se ha ido agravando con el tiempo.
Su pasión por la pirotecnia era tan grande como la que sentía por la destrucción en general. Por las ventanas de las casas de sus amigos y los hoteles donde se hospedaba la banda a menudo caían extintores, lámparas y otros muebles. Uno de estos episodios inolvidables fue el de la épica fiesta por su falso 21 cumpleaños –si hubiera dicho que en realidad cumplía 20 no habría tenido la edad legal para consumir alcohol-, donde la enorme tarta acabó volando por los aires y su coche hundido en la piscina.
Cuando parecía que Moon trataba de dejar la bebida y acabar con los excesos, la muerte se cruzó en su camino. "Él nunca habría querido ser viejo, él quería ser el mejor baterista del mundo y murió siéndolo", confesaba en una entrevista hace no demasiado Roger Daltry. Solo tenía 32 años y murió por sobredosis del medicamento que tomaba para tratar el alcoholismo mientras dormía en la cama de un hotel. De uno de los pocos en los que aún no les había sido vetada la entrada.
Fuente: Zoom News. (Marta Ruiz).
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